lunes, 22 de septiembre de 2008

ATRACCIÓN PLATÓNICA III: LA FELICIDAD AJENA ES MÍA

Me duele la mandíbula de sonreír. Me encantan tus historias, descubrir en ti lo impensable, la capacidad de sorprenderme. Creía saberlo todo sobre ti, uno más de tantos, simple. Hombre. Pues no. Increíblemente, eres humano. Uno más, pero no de esos hombres, sino de nosotros, personas corrientes que caminamos y respiramos, con años de vida vivida y miles de combinaciones posibles para vivirla.

He pasado una noche muy feliz, con sus momentos de pena, pero disfrutada al máximo. Cuando un hombre te declara amor eterno y te jura que eres la mujer de su vida, puede estar mintiéndote. Cuando te confiesa los sentimientos hacia otra mujer, te dice la verdad. Me gusta oir hablar de amor, me nutro del amor de otros, ver a la gente enamorada me llena de alegría, y me provoca sonreír y sentir el aire llenándome. Al pensar en ti, me temblaban las rodillas, me sentía nerviosa y excitada. Lo que mi cuerpo notaba, es que tu historia de amor estaba cerca de mí, iba a ser contada en unas horas, me iba a llenar de gozo escucharla.

Ya no pienso en ti y en mí, sino en ti… y en ella. Porque no es mi momento, no es mi historia. La vuestra es más bonita, preciosa, infinitamente bella. Sí, yo podría tener una anécdota, algo para contar, pero me llena más una historia que sin pertenecerme, hoy entró en mí, para formar parte de mi ser, del mí por dentro. Repaso todos tus gestos, tus labios y tu mirada, y siento en lo más hondo cada detalle que me transmites, no hay palabras, sólo el sentir. Quisiera tener poder suficiente para ordenar y hacer justicia. Otro gallo cantaría… Si yo pudiera decidir por otros… sería feliz de ver felicidad… o tal vez no la viera… quién sabe!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Las bellas historias son eso, historia.
Las bellas historias nunca se olvidan.
Pero quizás ha llegado ahora la tuya.
Hazle feliz como yo no podré.

Anónimo dijo...

¿Que podría decirte?

Que tu historia al final fué más cierta. Que habéis conseguido una compenetración envidiable.
Que, aunque el alma duela, me alegro, por los dos.
Que seáis muy felices.